Reactivación Económica

Reactivación económica y presencialidad en la escuela, un experimento peligroso.


Los maestros llevamos aproximadamente 15 días de presencialidad en las instituciones de educación, de lo cual, ministra, secretarios de educación, algunos rectores, uno que otro funcionario y politiquero, indicaron a los educadores y padres de familia que, la escuela ya estaba preparada para recibir a los niños, con el argumento que ellos necesitaban estar en la escuela para que socializaran y salieran de los encierros de los que fueron sometidos por el confinamiento a causa de la pandemia.


Recientemente la ministra de educación afirmó que se giraron recursos a las entidades territoriales para la adquisición de elementos de bioseguridad, la adecuación y mejoramiento de la infraestructura, así como la priorización de los docentes en el Plan Nacional de Vacunación. Sin duda, se ha avanzado en lo relacionado con la vacunación, pero en cuanto a suministro de elementos de bioseguridad, muy poco; muchos salones no se han adecuado para obtener una ventilación adecuada. En cuanto a los baños, si bien algunos pocos fueron adecuados, la mayoría continúan en las mismas o peores condiciones de las que había antes de la actual pandemia Covid-19. La insalubridad y falta de higiene en varios baños y otros espacios de la escuela, dejan mucho que desear, incluso en los colegios y secretarías que se llaman modelos o pilotos. La realidad actual de la infraestructura educativa que vivimos los maestros en las aulas, es heredada de años y décadas atrás; de hecho, nos permite inferir una presión transversal de las secretarías de salud, educación, personería y procuraduría, para acelerar una presencialidad sin las condiciones mínimas requeridas de salubridad.


En distintas oportunidades, representantes del Estado y aún del gobierno local y nacional, prometieron que se dotaría a los planteles educativos y todo su personal con elementos de bioseguridad: caretas, traje antifluido, tapabocas, gel antibacterial, lavamanos con pedal y toallas en los baños, así como ventilación cruzada en las salas de profesores; de esto, según diversos colegas en el sector educativo escolar, poco se ha cumplido. No se ha dado claridad puntual en dónde están asignados todos los recursos que, según la ministra se giraron a las instituciones escolares y municipios, ¿Qué habrá pasado con estos recursos y su destinación? ¿Quiénes los están administrando? ¿Qué rumbo tendrá dichos contratos? ¿Las contralorías harán seguimiento a esta incertidumbre en las diferentes regiones y municipios de nuestro país?


Otra de las promesas que se dieron al sector educativo, respecto al tema en referencia, era que se iba a trabajar con “burbujas” de estudiantes, para evitar aglomeraciones y para cumplir con el metro de distanciamiento y demás medidas de protección. Esta semana, de un momento para otro, en algunos colegios, ya comenzaron a exigir la aglomeración de las “burbujas”, pues, según se informa, los grupos de 12 o 15 estudiantes ya no van más porque hay que garantizar que un buen número de niños lleguen a la escuela. Así que el distanciamiento y otras medidas de bioseguridad para los niños y los maestros como medida preventiva, se descarta para mitigar el riesgo de contagio.


Lo que si se está cumpliendo a cabalidad es la “reactivación económica”. Nuestros niños llegan al colegio con sus paquetes de papas fritas, gaseosas, jugos en caja y cuanta comida chatarra encuentran los padres de familia. De igual manera el sector educativo está aportando a la reactivación del transporte, ya volvimos a ver los buses a tope sin las mínimas normas de bioseguridad. Todo lo que se mueve alrededor de la escuela en cuanto a reactivación económica, está funcionando tal y como lo han pedido y exigido los grupos económicos.


Algo curioso, las editoriales del periódico el Tiempo del sábado 31 de julio y el domingo 1 de agosto, me causaron curiosidad, en ellos se advierte sobre los grandes peligros de la famosa variante delta y se hace un llamado a no promover el relajamiento de las medidas de bioseguridad, además de no pensar que se puede retomar de tajo la cotidianidad perdida. Uno de los editoriales cita un informe de los Centros de Control de Enfermedades de EE. UU. (CDC), en donde se advierte que dicha variante se puede estar transmitiendo entre las personas con esquema completo de vacunación, casi tanto como entre quienes no han recibido ninguna dosis, pues, esta variante apunta a convertirse en una de las más contagiosas del mundo. El diario en referencia publicó que “crecen los contagios en las personas más jóvenes y su consecuente presión sobre los sistemas sanitarios, que, aunque han respondido hasta ahora de manera decorosa, podrían resultar insuficientes, con desenlaces desastrosos”.


Adicional, en otro editorial se advierte del síndrome poscovid, en el sentido que quienes han padecido el virus, hoy enfrentan compromisos en diferentes sistemas, que, además de limitar su funcionalidad, no cuentan con tratamientos integrales específicos, tal y como se demuestra en un estudio que está realizando el Centro de Estudio de Enfermedades Autoinmunes de la Universidad del Rosario (Crea), en donde infiere que síntomas como: “fatiga, dolor y debilidad muscular, asfixia, dificultad para dormir, tos, arritmias, amnesia, depresión, ansiedad, psicosis, pérdida de cabello, gusto y olfato, entre otros síntomas, se quedan o aparecen de manera individual o por grupos en quienes fueron víctimas del virus, en una especie de comparsa que arrebata miles de años de vida saludable y reclaman acciones urgentes para atenuar sus efectos”.


De esta manera, diversos educadores, maestros y maestras, estiman que aceptar dócilmente las imposiciones de los burócratas, coacciona con sus políticas, proferidas desde sus escritorios o mediante mensajes de WhatsApp, quienes además no conocen, ni saben de cómo es la dinámica pedagógica y de interacción en las aulas de clases con personal infante o adolescente, aspecto que nos puede traer graves consecuencias y riesgos de salubridad. Aceptar que atendamos a los alumnos, sin equipamientos de bioseguridad mínimos, como si nada estuviera pasando, es exponerlos a ellos y exponer a todo el recurso humano docente, al igual que a sus familias y a las nuestras. Cabe recordar que primero nos exigieron que aplicáramos modelos de alternancia, luego con burbujas y distanciamiento de dos metros, ahora nos están obligando a atender al ciento por ciento sin las condiciones mínimas requeridas de protocolos bioseguridad.


En este sentido, corresponde a los maestros asumir una autonomía. El distanciamiento físico no tiene eficacia si se está hacinando a 20 o 30 estudiantes en un salón de 25 metros cuadrados; tal aspecto debería ser corroborado por quienes toman decisiones sin validar la realidad de la condición en cada institución educativa. Retomando un editorial del diario de referencia señala que “el descenso de los indicadores de pandemia en el país, definidos en términos de casos y muertes, debe tomarse con prudencia y responsabilidad para evitar, como ya ocurrió, que la ilusión de retornar a la normalidad promueva el relajamiento de las medidas de bioseguridad y la proclividad a pensar que se puede retomar de tajo la cotidianidad perdida, lo que termina incubando nuevos picos, como se aprecia en espejos actuales de otros lugares”.


Para concluir, ojalá se equivoquen aquellos científicos infectólogos y virólogos, quienes afirman que las instituciones educativas pueden convertirse en un reservorio de la pandemia, si esto llegara a suceder… entonces, los que dan las ordenes no se arrepentirían… porque las graves consecuencias las asumirían y padecerían los maestros, los estudiantes y las familias alrededor de estas. En esto los directivos y funcionarios que se cuidan muy bien de tener todas las garantías de bioseguridad para trabajar, nada o poco les afectará. Y aquí vale cuestionar ¿Cuál es la medida de precaución que se toma para este posible escenario?


Facatativá, agosto de 2021

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