Es hora de revisar nuestro comportamiento ético para no seguir configurando en nuestros niños y niñas comportamientos inadecuados.
El respeto como valor sustancial de la conducta en una persona es determinante para el orden social. Piaget (1960) indicó que el respeto debe ser mutuo, el cual se expresa a partir del trato que una persona da a los demás de conformidad como espera ser tratado. Igualmente, el respeto a la naturaleza es importante, las normas y todo lo que determine un equilibrio en lo personal, en comunidad, pues, son los comportamientos de la sociedad los que conducen al bienestar o no para una ciudad, nación, el planeta, y hasta para el sistema solar donde habitamos.
Ante la pandemia actual, de seguir la sociedad actuando de manera individual, sin pensar en el otro e incluso afectando la naturaleza, expone la estabilidad del orden social con consecuencias complejas y graves.
Precisamente, en estos momentos de angustia colectiva cabe analizar cómo ha influido el comportamiento de cada persona, población y sociedad en determinado ámbito de lo económico, educativo, político, social, ecológico, cultural, entre otros; y a partir de ello evaluar cómo inciden nuestros actos. Al respecto, en nuestra Constitución Política se estableció el “fortalecimiento de la unidad de Nación y el aseguramiento de la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico democrático y participativo que garantice un orden político, económico y social justo, comprometido a impulsar la integración de la comunidad Latinoamericana”[1].
De conformidad con el texto constitucional, y con base en la actual crisis sanitaria surge algunos interrogantes ¿Cómo explicarle como padres a nuestros hijos o como profesores a nuestros estudiantes, respecto de que lo estipulado en el preámbulo de la Constitución difiere del contexto actual y real, toda vez que diversos padres de familia han sido despedidos del trabajo, otros les decretaron vacaciones o licencias remuneradas obligadas? ¿Cómo justificar el preámbulo constitucional cuando infiere a impulsar la integración con la comunidad latinoamericana, pero, se actúa en contravía, además de prestar el territorio nacional para favorecer el derrocamiento de otros gobiernos que no son afines con sus políticas? ¿Cómo describirle a los niños, niñas y adolescentes el concepto de aseguramiento de la vida humana en tiempos de pandemia, cuando se da más énfasis y prelación por lo económico? ¿Como inculcarles la relevancia de la igualdad, cuando las acciones de apoyo ante la población vulnerable parecen poco importarles a determinados dirigentes? Es hora de evaluar la aplicación del preámbulo constitucional, la quintaesencia de la suprema norma colombiana, la sustancia de la filosofía inspiradora.
En efecto, la suprema norma infiere que, si queremos una sociedad con un comportamiento ético, como lo plantea Piaget, es primordial proteger la ciudadanía; pues, la garantía del derecho a una vida digna, es parte de lo que debe del Estado y el Gobierno ejercer de manera garante ante la actual crisis.
¿Qué hacer desde el aula de clase?
En Colombia, cuando se planteó la formación integral mediante la Ley General de Educación se creó la formación ética para los niños. Esta norma reglamentó el artículo 67 de la Constitución y estableció 13 fines que apuntan al pleno desarrollo de la personalidad, la cual insta a socializar los derechos de los demás y el orden jurídico; además de la formación orientada al respeto por la vida y demás derechos humanos, a la paz, a los principios democráticos, de convivencia, pluralismo, justicia, solidaridad y equidad, la tolerancia, libertad, la ayuda mutua, entre otros.
Precisamente, los maestros disponemos de herramientas legales para formar niños, niñas y adolescentes éticos, pero más allá de la norma, lo que debemos hacer es aplicar una cultura del respeto y ética desde las instituciones y en cada asignatura, pues, si todos asumimos la responsabilidad de ejercer las normas, entonces formaremos desde lo teórico-práctico a niños, niñas y adolescentes con competencias éticas y ciudadanas.
Tomando como ejemplo los recientes eventos en el mundo, nos lleva a retomar lo que Leff, Ángel, Borrero, Carrizosa y otros (2002) señalan de que el hombre debe tener libertad para crear y no para destruir, tener una producción, que sustente la vida y no una vida de producción, razones por las cuales se debe sensibilizar al hombre ante la responsabilidad de la sostenibilidad ambiental.
En efecto, miles de ciudadanos en diferentes zonas geográficas del país observamos, a través de las ventanas de nuestros hogares, como el planeta está teniendo un comportamiento resiliente y de recuperación, resultado ello del confinamiento humano, evitando depredación y destrucción a los ecosistemas.
También, el suceso mundial nos lleva a reflexionar sobre el consumismo exagerado, la solidaridad, la ayuda mutua; de hecho, los citadinos denotan mayor sensibilidad frente al rol fundamental del campesino, del médico, del maestro, del padre de familia , del vecino que nos presta su Internet, en fin, una oportunidad para reflexionar del comportamiento ético que hemos dejado de lado, en ocasiones por influencia de algunas políticas neoliberales, por los mensajes de ciertos medios de comunicación, la influencia de errados contenidos de cine y televisión, como indica Rincón (2002) de realities. Programas baratos en su argumento y contenido, pero costosos en el impacto social, llenos de antivalores, que persuaden la ciudadanía a su consumo.
En estos momentos de confinamiento, tanto, padres, maestros y sociedad en general, debemos reflexionar respecto de nuestros comportamientos, evaluar qué aporto ante la crisis sanitaria, económica y social por la pandemia. ¿Será que sí estamos respetando el llamado de prevenir, de cumplir las normas dado el riesgo que implica para la vida, lo personal, familiar y en sociedad? y no meramente por el temor o el castigo mediático o de las autoridades, como lo señala Chaux(2013).
Por todo lo anterior, es fundamental que los adultos demos ejemplo de respeto, ética y valores, así como influir en los demás para ser respetuosos.
Referencias bibliográficas
Chaux, E. (2013). Educación, convivencia y agresión escolar. Colombia: Prisa.
Leff, E, Ángel, A. Ángel, F. Borrero, J. M., Carrizosa, J., Castro, G. y otros (2002). Ética, Vida, Sustentabilidad. Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Piaget, J. (1960). La nueva educación moral. Buenos Aires: Editorial Lozada S.A.
[1] Preámbulo Constitución Política de 1991. Colombia